jueves, julio 28, 2005

Sed De Madre Tierra

Quisiera que cuando saliera de mi casa me encontrara con paisajes así, que al mirar por mi ventana fuera deleitado por una visión natural. Necesito del verde de esta Tierra, necesito de la fuerza de una potente cascada de agua. Necesito bañarme mar adentro, y dejarme llevar por las olas de vida. Estoy detestando esta máquina de cemento y ladrillo en la que me encuentro, esta ciudad gris e inerte, habitada de millones de seres que trabajamos como robots, indiferentes, programados para no gozar ni disfrutar de las maravillas de la Tierra, que son gratis y nos alimentan con tanta generosidad. Necesito un cielo azul, una noche con demasiadas estrellas para dibujar mi vida y mis deseos en ellas, uniendo estrellas con mis dedos. Necesito perderme entre una selva frondosa, llena de verde, llena de vida, acostarme en la Naturaleza, dejarme arropar de sus hojas y sus ramas. Echar mis raices en la Tierra. Quiero huir de esta ciudad... mala hora en la que el ser humano dejó de reconocerse en la Tierra, que olvidó sus raíces, que la traicionó y construyó encima de ella estas ciudadelas de la frialdad y la tristeza.

lunes, julio 25, 2005

Pasos Hacia Tí

A alguien que aún no ha llegado...

Desde algún lugar desierto,
Miro la vida y la veo dispersa,
Desde ese lugar donde habito
Miro alrededor buscándote.
Intentado ver cuándo asomas,
En qué momento te cruzas por mi camino,
En qué instante la vida decide sorprenderme,
Espero el momento en que cansados de tanto recorrer,
De tanto andar por la vida,
Nos pongamos a charlar,
De tu vida y de la mía,
De cuántas cosas nos han pasado,
De cuántos momentos pasamos solos, esperándonos.

Sentado en el desierto pensaré ya haberte encontrado…
Sentada en el desierto pensarás ya haberme encontrado…
Conversaremos largo y tendido… conociéndonos
Esperando amarnos con nuestro pasado…
Y amar el tiempo y el espacio que nos habían separado.
Descifraremos grandes misterios juntos.
Te contaré de mis grandes batallas,
De cómo he pasado por mi espada a monstruos y enemigos,
Te mostraré mis heridas, y cómo muchas veces pensé morirme.
Cómo pensé ahogarme, de cómo a veces el sinsentido me abrumaba.

Y seguiré el camino contigo…
Tengo tantas cosas que escucharte.
Creeré en que las cargas se harán más ligeras,
En que ha valido la pena lo que ha pasado,
En que esperarte ha tenido sentido…
Cada día preparo mi corazón para tí.
Miro dentro de mí, y espero tenerlo dispuesto,
Me examino, y espero estar purificado para cuando llegues.

Deseo conocerte,
Necesito encontrarte, vida mía...
¿Dónde estarás en este momento?
¿Quién entretendrá tu corazón que no apareces?
A dónde te está llevando esta vida
¿Cómo es tu sonrisa?
¿Cómo es tu mirada?
¿De qué color son tus ojos?
En qué piensas, cómo es tu voz.
Se que algún día miraré atrás
A esta soledad que por ahora es mi compañera,
Y espero despertar y verte a mi lado,
Espero mirar a tus ojos,
Y ver que ha valido la pena,
Recorrer tantos pasos sin ti.

jueves, julio 21, 2005

Lágrimas Contenidas

Una lágrima tiene ganas de salir por mis ojos, pero hay algo que la detiene, es una especie de barrera, de dique que la frena, que no la deja expresarse, que la contiene, que la evita, que le dice “quédate donde estás y no molestes”. Esa barrera que mi ojo coloca me molesta mucho, porque no me deja liberarme, no me deja llorar a mares, no me deja desahogarme. Necesito lágrimas, así sean prestadas.

Pon una lágrima en mi mirada, abre la llave de mi sentimiento, ayúdame a derramarme en tristezas, en melancolías, que salgan de mí y me dejen por sólo un momento. Deseo llorar, como un niño, para que me abraces, para que me consueles y me beses en la frente, como sueles hacerlo cuando me ves triste, que me digas palabras bonitas, mientras juegas con mi cabello. Hazme llorar, ayúdame a llegar a lo más profundo de mí, conéctame con mis emociones, no quiero ser el robot que me he vuelto, el insensible, el que no puede llorar. Necesito una lágrima, hay una inundación interna de miles de lágrimas aplazadas, de lágrimas que me tragué, y que ahora resentidas se quedan adentro, se resisten a salir, y me aprisionan desde adentro, asfixiándome.

Necesito llorar tantas cosas que no he llorado, despedirme de tantas personas a las que les niego dejar salir. Hay quienes quieren entrar, pero todo aquí está tan desordenado, que necesito mi tiempo para dejar salir muchas cosas, para pensar, para encontrar lo que he perdido, y para aprender a dejar ir.
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*Mi gran amigo y colega Jose Alonso, se ha decidido a iniciar un blog que tiene un doble mérito, el dibujo y las letras. Quiero invitarlos a que lo visiten, se llama Pintor de Palabras.

lunes, julio 18, 2005

Band Reunited

Este fin de semana estuve en mi casa sin salir, juicioso, después de dos meses sin perdonar salida. Necesitaba estar en mi casa, recogiéndome un poco, en silencio, sin tanta bulla, ruido y gente. Me la pasé viendo televisión y entre tanta basura me encontré con VH1, mi canal favorito de música, esto me hace sentir un poco viejo, la verdad, pero ya MTV no es de mis afectos, creo que me declaro un ochenteno indomable.

El caso es que en VH1 dieron todo el fin de semana un programa llamado Bands Reunited, en el cual aquellas legendarias bandas de pop y rock de los setentas y ochentas se vuelven a encontrar, y si hay suerte, vuelven a cantar. Lo que más me impactó de este programa es que casi todas las bandas se habían separado por peleas internas y cada uno había tomado por su lado, pero luego de un tiempo, en el programa volvían a verse, y era impactante ver cómo esos viejos recordaban sus años juveniles de manera tan vívida, volvían a tomar sus instrumentos y cantaban sus viejas canciones como si el tiempo no les hubiera pasado a sus notas, más si a sus cuerpos.

Viendo este programa muchos de mis recuerdos personales de aquella época se movieron, recordaba mis años escolares, aquellas personas con las que compartí, mis primeros amores, mis primeros amigos y enemigos, las peleas, los viejos rencores que hoy no dan más que para una sonrisa. Recordé gente de no hace mucho, de tal vez 10 y 12 años, incluso 5 años. Empecé a recordar muchas cosas, gente que la verdad extraño un poco, extraño saber cómo están, saber que aún viven, saber qué ha pasado. Me gustaría poderme reunir con esas personas, volverlas a localizar, verlas un momento, reírnos y escuchar la música que aquellas épocas.

Es impresionante cómo va pasando el tiempo, cómo vamos dejando personas atrás, como son importantes aunque quizás hace mucho, pero mucho rato no se lo podemos decir con una mirada directa a los ojos. Me impacta ver cómo hubo gente que apareció en mi vida tan solo un momento, un instante, pero fue valiosa en algún sentido. También da un poco de vértigo sentir como la niñez hace ya ratico que pasó, y cada vez se aleja más, dejando solamente recuerdos, metáforas y sueños para recuperarla, es como si el niño que fui me mirara desde una montaña, me vigilara y esperara que no lo traicione. Quisiera saber que no soy el único en sentir eso, quisiera recordar cosas con mis viejos amigos y amigas. Ojala algún día podamos reunirnos.

jueves, julio 14, 2005

Sin Entrañas*

Vicente era un hombre de esos que no perdonan. Tenía la piel ennegrecida y manchada por el Sol del campo; unos labios delgados, fríos, inexpresivos, como si una línea muy fina hubiera reemplazado una posible sonrisa. Vicente no era muy gordo, pero eso sí, tenía una prominente barriga, atestada de gusanos y lombrices que su mal carácter había acumulado a través de muchos años, convirtiendo su estómago en un interesante hábitat para extrañas, desagradables y muy largas criaturas. Vicente había hecho un buen dinero como producto del contrabando: traía mercancías desde Maicao y las vendía a muy buenos precios. Además era rico por herencia.

La niñez de Vicente fue como la de la mayoría de sus contemporáneos: llena de experiencias horrorosas. Era hijo de don Efrén, un trabajador incansable, mal marido, machista y cruel con todo aquel que tenía la desgracia de tratarlo. Cuando Vicente tenía 4 años empezó a acompañar a su padre a los rituales de castración de toros. Según Efrén era necesario enfriarle la sangre al niño para que fuera un varón de verdad. Cuando Vicente tenía 11 años, perdió a su madre. La doña amaneció muerta. No se hizo diagnóstico y hasta el día de hoy no se sabe a ciencia cierta qué pudo haber pasado, se ha supuesto que fue un infarto repentino, sin embargo una violenta pelea que el niño Vicente escuchó esa misma noche entre su padre y su madre siempre despertaron las sospechas de su mente. Vicente no lloró a su madre, y esto no significó que no la quisiera, la quiso muchísimo. Pero también le temió.

Doña Felipa, la madre de Vicente, era una mujer fuerte, robusta, morena, y con una larga cabellera que a menudo se arreglaba en una trenza imponente que caía sobre su espalda, ancha y poderosa. Felipa era una mujer tan cruel como Efrén. Un día cuando sorprendió a uno de los criados intentando manosear a Gladis, la hermana menor de Vicente, lo sacó de un brazo, pidió ayuda con un poderoso grito a su marido Efrén y entre los dos lo amarraron a una silla en la mitad del patio. Ella misma, doña Felipa, le bajó los pantalones y sacando sus genitales por entre sus pantaloncillos se los cercenó de un tajo con un cuchillo de dientes de pescado que guardaba en su delantal. El, en esa época, pequeño Vicente lo vio todo. El espectáculo fue tan horroroso que Vicente sintió un frío intenso, y un terror absoluto hacia su madre. El criado gritaba como bestia, Efrén trajo la escopeta y de un tiro en el pecho calmó el dolor de aquel infeliz mandándolo a volar 6 metros con todo y silla. Vicente conserva como huella de aquel día una impotencia sexual, que solo se alivia con litros y litros de licor.

A los 13 años Vicente violó a una criada, era la primera vez que conocía a una mujer, y ese fue su estilo para hacerlo. La víctima fue Yolanda, una mujer de 33 años, delgada, pero con unos enormes pechos que jamás pudo disimular. Yolanda no pudo resistirse ante la fuerza y los golpes que le propinó Vicente para dominarla. No fue mucho lo que hizo sexualmente hablando, el placer que Vicente obtuvo fue verla sufrir al ser violentada, con eso bastaba.

Eso fue hace mucho tiempo. Ahora Vicente, con 42 años fue la víctima. Por un momento nada más. Vicente iba en su camión con Pacho, su hijo mayor (fruto de una borrachera de una semana a punta de ron), cuando de repente un grupo de tres muchachos armados los detuvo en el camino. Los bajaron del carro, los echaron donde va la carga, los amarraron y les pusieron cinta en la boca para que no hablaran. A Vicente lo calmaron con varios cachazos en la cabeza, tan fuertes que se la abrieron. Pacho sintió algo de asco al ver la sangre de un color casi negro que resbalaba por la cara de su padre. Los ladrones eran tres imbéciles, de muy poca monta, definitivamente no sabían con quién se habían metido. Y eso, “no saben con quien se metieron” lo repitió hasta el cansancio Vicente cuando ya en su casa se recuperaba del susto, de los golpes y de la ira que lo recorría. Se vengaría como fuera de esos hijos de puta, que le robaron la plata, le pegaron y lo dejaron botado al lado de un caño.

Pues resulta que los hijos de puta esos no eran del pueblo. Eran unos pobres diablos viciosos que no pasaban de 20 años. Eso era aún más humillante para Vicente y Pacho. Pasó un año y medio hasta el día en que Pacho creyó ver a uno de los ladrones, con la ayuda de dos de sus criados lo atraparon, le pegaron y lo montaron en un carro, y con promesas de no quitarle la vida le hicieron confesar donde estaban sus amigos. Claro, no todo fue tan fácil, para esta confesión y para que el ladronzuelo supiera que estaban hablando en serio, Pacho le rayó la cara: trazó con una navaja una línea muy profunda en los dos pómulos del muchacho y otra en su frente. “Estar desfigurado vivo es mejor que desfigurado muerto”, pensó el infeliz antes de confesar el paradero de los otros dos ladrones. El no iba a ser el único en sufrir por eso. Atrapar a los demás fue cuestión de un par de días, saber la ubicación exacta y sacarlos a palos y a golpes fue relativamente fácil para Pacho y sus ayudantes.

Vicente y Pacho invitaron a sus amigotes de borracheras, prostíbulos y malos negocios a un asado. Era sábado y hacía un calor infernal. El asado tuvo lugar en la parte trasera de la finca, adornada por una gran variedad de árboles frutales. Se asó ternera, cabrito y res, se bebieron canastas y canastas de cerveza, aguardiente y ron. A eso de las 12 del día, bajo un Sol inclemente y muy poca brisa, Pacho llegó al asado, venía con los tres ladrones desnudos, amarrados y vueltos mierda por la paliza que él mismo les había dado junto con su hermano menor Javier (fruto de otra borrachera legendaria). Trajo consigo a los dos perros de la casa, a los cuales tenía aguantando hambre desde la tarde anterior por deseo expreso de Vicente.

Los rateros fueron amarrados a tres de los árboles frutales de la parte trasera de la finca de Vicente y su familia. Los pobres eran víctimas de los insultos de todos los presentes en el asado, hombres y mujeres que ya conocían sus fechorías en las carreteras. En cierto momento, a las 3 de la tarde, Vicente se retiró un momento, cuando volvió estaba armado con un cuchillo de dientes de pescado, y sin mediar palabra hizo en cada uno una cortada horizontal en sus estómagos. Al instante sus vientres se abrieron como bocas ansiosas por alimento, dejando caer vísceras, intestinos y líquidos al suelo. Entretanto Pacho arrimaba a los dos perros hambrientos a degustar aquel banquete de tripas y sangre preparado para ellos. Los tres infelices no murieron al instante, sino después de un buen rato, nadie sabe a ciencia cierta cuánto fue, nadie se percató, en esa borrachera eso no importó mucho, solo ver como los perros comían y arracaban pedazos de esos seres humanos. Sólo Vicente miraba el reloj; se sentó el frente de los tres ladrones a verlos morir, y no solo morir: sufrir. Cada rato miraba su reloj, como para hacerles ver que estaba pasando el tiempo, y que a él, al cruel de Vicente, eso no le importaba un carajo, que antes bien estaba de afán, mientras que a ellos seguramente sí. Vicente los contemplo, con una deliciosa frialdad, y una rabia sosegada hacia esos pobres diablos, mientras arrimaba una y otra vez una botella de ron a sus delgados y grisáceos labios. En ningún momento los compadeció, a pesar de que ya no tenían ni voz para gritar. Los pobres simplemente se desgonzaron, dejándose llevar por la muerte, que se demoró un buen rato en completar su labor. Con esa falta de entrañas que lo había caracterizado siempre, Vicente mandaría esa noche a sus criados a picar los cadáveres de los tres ladrones y botarlos al río.

Pacho se fue del asado a acostarse con una prostituta que su padre le había mandado traer desde la capital. Ese fue el otro regalo que Vicente le había prometido a su hijo para ese día: el día en que cumplía 18 años.
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*Inspirado en una historia de la vida real, de esas que uno se entera cuando se viaja a tierra caliente y se escucha, atenta pero disimuladamente, una conversación de cantina.

lunes, julio 11, 2005

Fuego Abrasador

Hay días en los que uno quisiera comenzar de nuevo. Dejar atrás la vida, y despertarse en otra realidad. A veces deseo eso, justo antes de dormirme, es una fantasía recurrente, donde me despido de lo que soy y de lo he sido, esperando al otro día volver a empezar. Deseo despedirme de obstáculos, rencores y rabiecitas internas que aunque me esmero en vencer, me imponen una lucha durísima. Es que las batallas más terribles son aquellas que se libran en nuestro interior, en nuestra mente, en nuestro corazón. Es una lucha por desalojar ideas de tristezas, de fracasos, de prejuicios, así como pequeños y grandes traumas que nos rondan como demonios sugerentes, que en casos severos, son capaces de determinar nuestras acciones y elección con susurros tímidos a nuestro oido.

Necesito del fuego abrasador que me purifique. Necesito bañarme en fuego para quitar heridas, para fundir en ese calor los recuerdos que me atormentan y me persiguen, necesito quemar en fuego mis miedos, mis temores, esos que a veces no me dejan tomar la iniciativa, que cubren mis ojos con escamas para impedir que vea. Quiero echar en el fuego viejos amores, que me han hecho demasiado exigente con mi presente, que han dejando una huella que cada rato me hace comparar. Quiero echar en el fuego cartas, canciones, dedicatorias, besos y caricias, quiero purificarlos en el fuego, y que no me persigan más. Deseo probar en el fuego mi naturaleza, conocer de qué estoy hecho, hasta dónde soy capaz de llegar.

Necesito consumirme en las llamas, llorar de dolor, en el dolor de la prueba, en el dolor del sufrimiento. Quemar aquello que no sirve, que me estorba, esos obstáculos mentales de los que me he llenado, que me paralizan. Necesito probarme, ardiendo en el fuego de la vida... un fuego abrasador. Si sobrevivo al fuego habrá valido la pena vivir, valdrá la pena seguir adelante, valdrá la pena lo que he vivido. Si sigo con vida después de ser abrazado por las llamas volveré a volar, sabré que mis alas están hechas de un material fuerte, que resiste la vida, que se resiste a morir y a fracasar. Si paso la prueba de fuego sabré que mi paso por la vida tiene, al fin y al cabo, una razón de ser.

Álvaro se echa gasolina,
enciende un fósforo y lo arroja sobre sí.
El dolor del fuego es impresionante,
el olor a carne quemada llega a gustarle...
A veces hay que morir para seguir con vida.

viernes, julio 08, 2005

Recordando A Vito Corleone

Entre mis películas favoritas de siempre está El Padrino, dirigida por Francis Ford Coppola, y escrita por Mario Puzo. La razón de mi atracción es, en primer lugar las cosas prácticas de estrategia que se pueden deducir de su trama, el valor de la inteligencia y el cálculo en medio de los conflictos y las diferentes circunstancias de la vida. También me gusta por su actuación: es impresionante ver a Marlon Brando transformarse en un mafioso tan siniestro, pero a la vez tan amable y sabio, también es impactante acompañar la transformación de Michael Corleone (interpretado por un genial Al Pacino) de un tímido muchacho universitario, subestimado por todos, a un frío y calculador capo de la mafia de ambiciones incalculables.

Entre las frases que me inspiran y que me producen un gran impacto tanto de la novela de Mario Puzo, como de la película, he querido compartir 10, que para mi han sido motivo de reflexión y de aplicación cuando las circunstancias me lo han permitido. Cada frase la he acompañado por un comentario:

1. "Le haré una oferta que no podrá rehusar." Aunque llena de diplomacia, esta frase no deja de ser una amenaza. Esta sentencia fue escogida por el American Film Institute (AFI) como la segunda frase más recordada de las películas de todos los tiempos.

2. "La venganza es un plato que sabe mejor cuando se sirve frío." La sangre caliente es lo peor para las revanchas, la cabeza fría permite apreciar mejor la oportunidad, el mejor momento aquellas revanchas que creo yo es sano darse y permitirse.

3. "No puedes decir no a las personas que aprecias, al menos con frecuencia. Ése es el secreto. Cuando tengas que hacerlo, haz que parezca que dices sí. Aunque lo mejor es conseguir que sean ellos mismos quienes digan no." Interesante frase para aquellos que nos complicamos cuando queremos decir que no, y terminamos diciendo sí a todo, la idea es cambiar el discurso de tal manera que mostremos las desventajas que tiene para el otro el ceder a lo que nos pide, para que sea él, quien vea los compliques y decida él mismo decirse no. El aplicar esto es un arte.

4. "La amistad lo es todo. La amistad vale más que el talento. Vale más que el Gobierno. La amistad vale casi tanto como la familia." Una gran frase sobre el valor y la importancia de la amistad. Nada peor que una persona ingrata, desconsiderada o que olvide fácilmente. Yo no creo en eso de que uno da sin esperar recompensa, puede que no se espere una recompensa como tal, pero sí se espera por lo menos agradecimiento y reciprocidad.

5. "¿Es posible que después de estar tanto tiempo a mi lado no hayas llegado a ser mejor de lo que eres?" Esta frase inspira seguridad, que proviene de la certeza que se puede influir en los otros de manera constructiva, y que también en la amistad se debe exigir y se debe inspirar.

6. "Mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos más cerca." La idea de esta frase es dejar que los enemigos se confíen, para luego cuando crean que nada malo puede ocurrirles, cuando bajen sus defensas y desechen toda sospecha, en ese momento es preciso atacarles. Interesante, uno nunca sabe cuando la necesita, sobre todo con ciertos colegas de trabajo...

7. "Si algo es cierto en la vida, si algo enseña la historia es que se puede matar a cualquiera." Bueno, tomándola de manera amplia, y no como un asesino, es bueno saber que la historia y la vida muestran que nada es imposible.

8. "Nunca te enfades. No profieras amenaza alguna. Razona con la gente." La filosofía de esta frase es la siguiente: Don Vito Corleone creía en la paciencia como virtud negociadora, y también en la paciencia como arma estratégica para la venganza. Él pensaba que es preciso soportar algunos insultos, pero que en este mundo siempre llega el momento en que el más humilde de los hombres, si mantiene los ojos bien abiertos, puede vengarse de los más poderosos. De manera más sutil: hay que saber esperar, con atención es posible revertir una situación y tomar la delantera, pero es clave no delatar estas intenciones sino mantenerlas en sigilo, para no perder el factor sorpresa, elemento que cualquier estratega sabe que es fundamental.

9. "Pueden hacerse muchos planes, pero sólo hay uno bueno." Ante el relativismo de nuestros días, es bueno tener en cuento que a veces no todo vale, que hay cosas más precisas y mejores que otras para determinadas circunstancias y contextos.

10. "Todo es personal, incluso el más simple y menos importante de los negocios. En la vida todo es personal. Hasta eso que llaman negocios es personal. A las personas que consideran los accidentes como insultos personales, no les ocurren accidentes." A veces tomarse las cosas a pecho permite estar más alerta y no tomar todo como casualidad, sobre todo aquellas cosas que la gente le hace a uno, no todo es tal casual, tan desprevenido, es bueno escrutar en las intenciones de la gente, así se puede evitar más de un abuso.

Hoy escucho: The Godfather Waltz

martes, julio 05, 2005

Ciega

Victoria era una mujer ciega: no era capaz de ver lo que tenía al frente. Era de esas mujeres llenas de dolor, llenas de muchísimas inseguridades, ella estaba completamente llena de malos hábitos afectivos, de vicios sentimentales, que se reflejaban en una ceguera impresionante, en un defecto visual, en una invalidez en visión increíble. Muchos hombres valiosos pasaron por delante de Victoria, muchísimos… una gran cantidad teniendo en cuenta la gran variedad de mujeres, más cálidas, con un corazón más grande, más generosas y más agradecidas que hay en el globo terráqueo. Pero al parecer a los hombres nos encanta fijarnos en los casos imposibles, en las enfermas de la vida, porque quizá también somos ciegos... enfermos, yo qué se...

Michael fue uno de estos amores que tuvo Victoria. Un hombre lleno de vida, cordial, amable, dispuesto a ayudar en cuanta causa perdida encontraba, era un gran perdedor: se había graduado en honores en esta especialidad de la vida, la de perder siempre y de maneras cada vez más creativas. Michael se fijó en la evidente belleza de Victoria, y la amó, puede decirse que la amó con todo lo que encontró, con su cuerpo, su espíritu y su alma, la amó con cuanta cosa poseía, y hasta tomó prestado, robo y mató por el amor de Victoria. La llenó de detalles, aprendió a escribir poesía por ellá, contrajo hábitos sacerdotales para exorcizar los demonios de Victoria, concibió manuales para entenderla y contrató a cuanto erudito en los amores imposibles existen: fracasó. Victoria jamás lo vio, nunca se percató de sus detalles, de sus mil intentos y confesiones, de sus locos deseos por hacerla feliz, de las pérdidas que Michael aceptaba solo por verla ganar algo, sólo por verla ver

Santiago fue otro amor de Victoria. Llegó a su vida cuando la ciega pasaba por un momento más bien superficial, fiestas, lujos, devaneos aquí y allá. Y la aceptó tal y como la encontró: como una mujer que no ofrecía absolutamente nada, y aún así, desde el primer día que cruzaron palabra supo que era la mujer que quería. Santiago fue otro que se desvivió en manifestaciones de amor, que le demostró lo que sería capaz por ella: sería capaz de darle todo, material y emocionalmente, al fin y al cabo, Santiago era un buen tipo. La ciega lo utilizó y Santiago se dejó utilizar, engañado por una falsa percepción de lo que es el amor: Santiago creía que él tenía que disminuir para que ella creciera, para que ella empezara a ver que sí la podían querer y amar de verdad, que no todos los hombres la buscaban por sus apetitosos pechos, ni por su enorme trasero ansioso de ser montado. Victoria era una mujer que merecía más, pero para ello debería mostrar aquel mundo interior que quienes la conocían tan sólo habían presentido.

Marcos fue el otro pretendiente. Era una persona buena, muy buena, de mucha fe y confianza en que aquello que se proponía lo podía lograr. Era un redentor, esto de por sí ya lo hacía otro perdedor, pues su felicidad no estaba puesta en sí mismo sino en hacer feliz a otros, era hijo de una religiosidad de la que jamás pudo desprenderse y que le deparó los momentos más culposos y más tristes de su vida, aunque él con su extraña fe insistiera en verlos positivos. Marcos conoció a una Victoria triste y sombría, recorrida hasta donde ya no más, había conocido toda clase de sexo, con toda clase de hombre, de mujer, de aparato, pero jamás había sentido el amor, jamás había creído en el amor. Estaba destruida por su propia incredulidad, por su propia ceguera. Marcos era el hombre que toda mujer adulta que desea asentarse desea: trabajador, honrado, escuchante. Marcos hablaba montones con Victoria, le contaba del amor, le contaba de su amor, de las riquezas interiores que veía en ella, le repetía incansablemente que era una mujer que valía, que tenía un alma hermosa, que era preciosa y que no dejaba indiferente a nadie con su infinito mundo interior, que era un ser de luz. Ella insistía en no creerlo, jamás creyó en si misma, aplazaba una y otra vez sus proyectos, aplazaba una y otra vez amarse a sí misma, aplazaba una y otra vez decir “yo también te amo”, nunca lo decía, jamás, su léxico era un montón de "ajá, ajá" o "si, si" o "yo se, yo se".

Una frialdad forraba el corazón de Victoria, y por más que sus muchos pretendientes intentaron ofrecerle calidez, jamás dio su brazo a torcer. Jamás se descubrió a sí misma, jamás pudo amarse a sí misma, por lo tanto jamás pudo ver el amor que le ofrecieron, siempre desconfiaba, nunca estaba segura, nunca creyó. Le dedicaron muchos atardeceres que nunca vio, poemas que jamás leyó, miradas que nunca percibió. Siempre pendiente de quién le estaba mintiendo, siempre con paranoias de engaños, siempre sangraba, sus ojos sangraban, heridos por mil maravillas y milagros de los que no se percató. Jamás veía, aunque se esforzara era ciega de crianza, le enseñaron a no ver, le sacaron los ojos y le pusieron unos de vidrio que sólo se movían, fingiendo ser ojos verdaderos. Victoria jamás se dio cuenta de lo que la vida le ofreció, siempre seguía escupiendole al destino con su estrechez de mirada, con un corazón vacío, nunca vió la grandeza que otros vieron, y los otros nunca vieron la oscuridad que la llenaba, y que, eficientemente, siempre cubría cualquier atisbo de luz que quería salir su alma. Victoria fue un cáncer para todo aquel que la amó, una condena, tenía el extraño poder de secar y maldecir el corazón que se atrevía a latir por ella, su ceguera era prendediza, ninguno volvió a ver luego de mirar a Victoria.

Victoria era una ciega. Sus pretendientes eran unos estúpidos ciegos. Hay gente que no quiere ver cuando ama... otros se niegan a saber que alguien los ama: creen no merecerlo... ese era el caso de Victoria. Llego a vieja creyendo jamás haber encontrado el amor.

sábado, julio 02, 2005

Nunca vas a cambiar...


... siempre has sido una celosa.

Dónde Más Estoy?