Pensamientos sobre la felicidad posterior

Hace poco llegué a un insight, a un poderoso descubrimiento para mi conciencia, y es que el mí se esta gestando el futuro de generaciones que aún no existen. Es evidente que no solo me juego mi destino en un proyecto de vida, sino que el destino de mis genes también está en juego, el destino de mis hijos, de mis nietos y de los que les sigan. En mi persona se está desarrollando una generación, y es esta conciencia la que le impone gravedad y responsabilidad a cada una de mis decisiones, a cada uno de mis pasos, a cada uno de mis errores y a cada uno de mis planes.

Y es que considero que al final de la vida el hombre de virtud y el hombre sabio es aquel que ha hecho lo que debía hacer, ha estado en el momento oportuno en el que debía estar, ha conocido a la persona que debía conocer y ha evitado aquellas cosas que debía evitar. Esa es la felicidad, la complacencia con el destino, el hecho de descubrir que para vivir y para ser feliz se necesita muy poco, poquísimo, que son las pequeñas cosas las que dan valor a la vida, que lo importante es invisible a los ojos, que a veces los prejuicios, los esquemas mentales nos arrancan la felicidad, pues ponen ante nuestros ojos elementos que distorsionan nuestra realidad, y hacen que no veamos que somos inménsamente ricos con lo que tenemos.

El poder es aquel que es empleado para quitar todo aquello que aparece como inutil, como accesorio en nuestra vida, y nos impide acercarnos a la simplicidad, a lo básico, a lo fundamental. Para mí lo fundamental hasta este punto es: tener vida, tener salud, tener autoconciencia de los procesos por los cuales actuo, obro y pienso, amar y ser amado, es más esto último le da sentido a la vida, cuando la salud, la vida y la autoconciencia están limitadas por algún azar de la vida.