Carta Abierta A La Mujer Inalcanzable

Lamento tener que comunicarme así, pero tu reticencia no me deja otro camino. Comenzaré esta nota con unas cuantas preguntas: ¿Por qué huyes de mí? ¿Por qué si sientes que me amas? ¿Por qué finges ya no ser mi amiga? ¿Por qué pones distancia entre nosotros dos? ¿Por qué esa cara tan seria? ¿Por qué retienes la sonrisa? ¿Por qué tan inexpresiva? Amiga mía, se que usted ha leído estas letras, que ha venido siguiendo silenciosamente cuanto escribo de usted, que sabe que es usted mi mujer inalcanzable. He cifrado mi lenguaje para dejar ambigüedad sobre su identidad, para que usted no estuviera tan segura que hablaba sobre usted y sobre lo que siento por usted. Es que con usted nunca se sabe, tenía mucho temor de confersarle lo que siento, por eso escribi... tengo que sacar lo que siento de alguna manera. Es usted muy inteligente, y es que yo desde hace rato quería que lo supiera. Pero ya que ha decidido usted alejarse, tomar distancia, levantar muros y proteger la ciudadela de su corazón, ante la invasión que presiente, es mi deber confirmarle que mi sentimiento es muy fuerte, está muy penetrado en mi corazón y en mi mente, pero que a pesar de lo que siento, aún no he perdido el principio de la realidad, y me hiere profundamente su actitud. Su silencio. Su inexpresión. Su seriedad. Y es que usted y yo al menos éramos buenos amigos, y creo que rompí muchas barreras, salté muchos obstáculos, me atreví a muchas cosas por una confidencia, por un secreto de su corazón, por acercarme más a esa ciudadela que usted ha blindado con tanta diligencia.

Lamentó que no me deje verla. Y al contrario de lo que usted dice no quiero “dejar las cosas así.” ¿Es que mi amistad ha sido depositada en tan malas manos? No lo creo. Su amistad es para mi demasiado valiosa. Supongo que usted piensa lo mismo de mí, sin embargo usted cree “que es mejor así”. No lo se… no lo se. No estoy tan seguro. Creo firmemente que he tocado su corazón, que mi invasión ha tenido éxito, que he hecho pillaje en sus sentimientos y los he revuelto. ¿Por qué, amiga mía, finges no sentir? ¿Por qué preciosa amiga te haces la fuerte? ¿De dónde tanto temor? Se que tienes profundas heridas, que muchos se han aprovechado, que tu vida no es fácil y por eso ahora fortificas tu corazón, blindas tu sentimiento y pones custodios para tus pensamientos. ¿Por qué no escuchar lo que sientes? ¿Por qué seguir así…tan fría… tan adusta… tan sola?

Querida mía, lamento que las cosas se hayan desenvuelto así. No obstante deseaba al menos conservar tu amistad. El corazón no se manda y el mío no está tan protegido con tantos guardias pretorianos. Es usted un Gran General, tiene todo tan ordenadito, tan limpio, tan apartado del mundanal ruido, tan apartado de la vida y del sentimiento, que me da una enorme tristeza… mire usted, quisiera zarandearla como al trigo, quitar de usted esa rigidez de carácter, esa obstinación por la razón, por la mente, ese temor a lo nuevo, al sentir, a darse la oportunidad de ser diferente. Pero no puedo… amo su libertad. Me rehúso a ser salvador en causas perdidas, por dos razones: porque usted no quiere cambiar, no obstante sentirse sola y triste como me lo ha contado; y porque yo también necesito ser salvado.

La conozco y se, que al igual que yo, es una persona radical en sus decisiones, que no mira atrás y tan solo deja la tierra arrasada, sin embargo si algún día lo piensa más, o mejor aún: lo siente más, acá estoy yo. Pero no se tarde mucho: soy joven... tengo que seguir viviendo.

Como ya se que me has venido leyendo, si tienes algo nuevo para decirme responde… responde pronto querida amiga. No quiero darme por vencido.

Alvaro.

Escuchando: Mi historia entre tus dedos - Gian Luca Grignani.