Una extraña revelación
En esta semana me ha sido revelada una verdad, mi conciencia ha captado un nivel superior de comportamiento y de pensamiento. Esta semana estuve muy triste, me encontraba, como siempre, haciendo mis asuntos, cuando de un momento a otro, mi visión se nubló, creí desvanecer, las fuerzas me abandonaron por un instante. De repente, una voz me condujo a un sitio extraño, estaba sentado en un prado verde, muy verde, a lo lejos podía ver unas montañas, estaba todo rodeado de árboles rojos, violetas, naranjas, amarillos, cuyas hojas caídas en el prado formaban un abanico sensacional de colores. De repente apareció un hombre viejo, llevaba una túnica naranja y estaba completamente calvo. Me dijo que mi espíritu había escapado para encontrar consuelo, que él era el encargado de conducirme hacia una verdad que el destino deseaba revelarme, y que al parecer yo me estaba negando a aprender una, otra y otra vez. Me dijo que el sabía que le tenía una pregunta a la vida. Le contesté
-¿Por qué he estado tan triste y apesadumbrado?
El anciano sonrió y me dijo:
-Porque quieres salvarlos a todos, nadie pide tu ayuda y crees saber más que todos.
Me sonrojé y baje mi mirada, muy apenado, no me imaginé esa salida del anciano.
-Mira, te diré algo más -continuó el viejo- nadie te necesita, nadie está interesado en tus consejos, nadie cree que les puedas mejorar sus vidas, nadie te considera su salvador, para nadie eres indispensable.
Me sorprendí bastante de estas enseñanzas, pues siempre pensé que todos estabamos conectados, que el mutuo interés, la reciprocidad y el amor al prójimo era lo que todas las religiones predicaban y que con base en eso es que nos hacemos mejores...
-Pero, no entiendo, para qué sirvo entonces? -le pregunté un poco desconsolado.
El viejo levantó su mano, con su dedo me apuntó y me contestó:
-Si alguien te habla, no busques salvarle, no busques ayudarle, no busques tanto, más bien encuentra... Cuando alguien te quiera decir algo dile "No se... no es mi asunto...lo que me dices no me interesa" - y continuó el anciano levantando su voz- Te proclamo una verdad: el idealismo ha muerto, y su asesino es el pragmatismo, y su sabiduría está en que no lo pensó dos veces para asestar su golpe de muerte.
Yo quedé profundamente impactado con la simpleza y lo retorcido de sus palabras, el anciano se alejó y me dijo:
-Y nunca más vuelvas a imaginarte siendo un viejo sabio en tus días últimos, pues no llegarás a ser ni viejo, ni llegarás a ser sabio... tus días son cortos...
En ese momento el anciano desapareció, todo aquel bello paisaje se desvaneció, volví en mi, recobré el sentido y, fascinado, entendí que solo dejando de buscar se encuentra, dejando de hablar es posible ser escuchado, dejando de mirar es posible ver, que es tiempo de matar las ideaciones, que soy yo el que necesito ser ayudado, y que, si no me equivoco, de acuerdo con lo que me dijo el anciano, sé que no llegaré a viejo...